jueves, 18 de diciembre de 2008

Lenguaje

Algunos de los problemas del lenguaje son percibidos tardíamente, porque es común que se enmascaren, que no presenten su faz tal como es.
Quienes los padecen suelen utilizar estrategias compensatorias, puesto que se dan cuenta de que algo marcha mal en sus posibilidades de comunicación y buscan evitar la sanción de sus pares a través de burlas o señalamientos que los incomodan. Por ello es necesario estar atentos a las disfunciones en este campo, para realizar un diagnóstico lo más temprano posible que revierta el desarrollo de la patología de base. Pareciera contradictorio vincular un concepto tan fuerte como el de insidia con el campo del lenguaje y específicamente cuando su dificultad se manifiesta como disfunción en el desarrollo.
En realidad, ha sido costoso el hallazgo de este término, y aunque lo seguimos discutiendo en distintos ámbitos fonoaudiológicos, pareciera también que, con el tiempo, se amplía y se consolida.Insidia significa Acechanza, el diccionario lo refiere a toda acción que tiene como intención hacer daño a otro. Esa acción, además, transcurre de manera oscura, silenciosa, solapada.El término insidia se ha inscripto desde siempre en aquellas enfermedades que cursan de manera sub-clínica, a-sintomática y que se hacen evidentes cuando ya están instaladas. Son enfermedades que transcurren de manera insidiosa.Nuestra práctica cotidiana referida al tema que nos ocupa es harto descriptiva: es alta la frecuencia con la que los niños y las niñas portadores de una patología lingüística -con déficit en el aspecto semántico, retardo afásico, y/o fonológico-sintáctico, retardo anártrico- inician una escolaridad de enseñanza regular. Las dificultades se detectan en el aula, no antes, y dependiendo de la severidad del cuadro, esto sucederá en el primero, segundo o tercer ciclo escolar, si es que antes no se produce una deserción.
Es interesante aclarar que raramente se detecta como dificultad de lenguaje, lo que aparece como evidente es el impacto que dicha dificultad ha provocado en los aprendizajes escolares, aquí se presenta un interesante nudo a desatar.

¿Qué es lo que produce el enmascaramiento de la dificultad de lenguaje? O, dicho de otro modo, ¿cómo se gesta la insidia en los trastornos funcionales del lenguaje en el curso del desarrollo?La difusión de estos temas ha sido condicionada, posiblemente, por una gran cantidad de mitos que aún circulan y a los cuales sigue siendo muy costoso desterrar, muchos de ellos transformados en verdaderas profecías que finalmente se cumplen en lo aparente; por ejemplo: "No se preocupe, es pequeño todavía, no se ponga ansiosa", a lo que se agrega a modo de vaticinio: "Ya va a hablar"Si bien la escasa difusión de estos temas provoca fallas de importancia en el ámbito de la prevención en agentes de la salud vinculados con el crecimiento y desarrollo de las personas, no deberíamos atribuir a este aspecto una responsabilidad total.
En el intento de analizar posibles causas para la insidia, acerco este concepto al que trataré de "abrir", apenas formulado: la multiplicidad de factores que intervienen y atraviesan la organización funcional del lenguaje permite un aditamento compensatorio de alto rendimiento social.Quiero decir que específicamente en los trastornos neurolingüísticos, retardo afásico y retardo anártrico, cuyas alteraciones se imbrican en el desarrollo y quienes lo padecen presentan comportamientos similares a sus pares sin dificultades y por lo tanto difíciles de esclarecer fuera del ámbito de la práctica profesional específica, interviene, de manera vicariante o compensatoria de la dificultad, la puesta en actos de un entramado de hábitos predeterminados cuya finalidad tiende a la auto-preservación del sujeto que los padece.Sigo abriendo: los niños y niñas comienzan a descubrir tempranamente, sucede en general con la escolaridad inicial -jardines y pre-escolar-, que en el circuito de la comunicación con sus pares aparecen algunos disturbios, pequeñas luces que se prenden para dar cuenta de que el otro no le entiende lo que dice o bien lo que se le dice se le torna incomprensible.Así, entonces, comienzan a asumir la postura del "niño testigo", del que observa desde afuera, al margen de las situaciones comunicativas. Sus intervenciones no son espontáneas, aprenden a regularlas o a controlarlas, ya sea porque no comprenden cabalmente o porque temen expresarse de manera inadecuada ("Yo sabía lo que la maestra preguntaba, pero no dije nada porque los chicos después se burlan").Buscan recodos, para evitar determinados vocablos ("Voy a la escuela de Alem y Mendoza". Decía las calles en cuya intersección está ubicada la escuela pues no podía expresar su nombre; decía La Llase por la correcta La Salle).Eligen intérpretes que hablen por ellos (un niño de 12 años que no podía decir correctamente la palabra hamburguesa contaba en una ocasión cómo se las arreglaba cuando iba con sus amigos a un lugar de comidas rápidas: "Cuando falta una cuadra para llegar, le doy el dinero a uno de mis amigos y le digo: Pedime una con queso").Actúa también, en ocasiones, de manera compensatoria una evidente insistencia en mejorar la dicción, copiando los modelos correctos porque les son mostrados o impuestos por los adultos del entorno, ya sean familiares, por medio de prácticas terapéuticas absolutamente inapropiadas o porque de manera espontánea hay, por parte del infante, un esforzado intento por lograrlos. La dicción se mejora pero el lenguaje, sustento de aprendizajes ulteriores, sigue desorganizado.
En los trastornos semánticos, además, el desarrollo va cobrando pobreza ("Es desatento como el padre", "Es vago, tengo que repetirle tres veces lo mismo", "No escucha, debe tener problemas auditivos").Dependiendo de la severidad del trastorno, de la etiología y de las características personales, estas actitudes se van estabilizando e integrando a la competencia comunicativa. Es engañoso porque la competencia lingüística no mejora por ello, "aparece" optimizada, pero desde el punto de vista neurofisiológico y neuropsicológico esto es ficticio. De manera subyacente, la insidia continúa.
La insidia es una serpiente, permítanme la metáfora. Repta de manera silenciosa y en su avance va dejando sus marcas. Cuando el lenguaje es requerido desde las convenciones, especialmente las escolares, allí se hace evidente, da señales, se muestra. Pero estos signos generalmente no son bien interpretados por quienes deberían hacerlo. Generalmente se sostiene que si el lenguaje, mejor dicho la dicción, ha ido mejorando con el tiempo, no hay motivos para vincularlo con las inadecuaciones que se presentan, y la serpiente, silenciosamente, sigue su camino.La configuración funcional del lenguaje es nodal, es arribo y partida, en el mismo punto en que se constituye como resultado de un proceso de aprendizaje se transforma en generador de otros. Al mismo tiempo en que se va consolidando como una función altamente compleja, paradójicamente, se convierte en vulnerable, porque debe constituirse en sostén de nuevos aprendizajes por venir.Una alteración en el desarrollo del lenguaje inhabilita al sujeto para propiciar otros aprendizajes y esta inhabilitación se hará socialmente notoria cuando se requiera una participación específica del lenguaje, no antes.

Dicho de otro modo, la dificultad está latente, subyace, pero aparece en la superficie de manera tardía porque no supimos interpretarla antes y en muchos casos no supimos tratarla de manera adecuada. La dificultad de lenguaje puede comprometer la comprensión, la expresión oral, la escritura y la lectura; lo importante es reconocer que sigue siendo una dificultad de lenguaje independientemente de donde impacte.Por lo tanto, la detección precoz, el diagnóstico diferencial y el abordaje en tiempo y forma de las alteraciones lingüísticas actuaría como mecanismo de freno del desarrollo patológico- insidioso del lenguaje. Nuestra responsabilidad es insoslayable.

Marta A. Espeleta** Marta A. Espeleta es Licenciada en Fonoaudiología.Contacto: lenguajeaprendizaje@ datamarkets.com.arwww.lenguajeaprendizaje.com.ar